(o de cómo nuestras decisiones tienen un efecto al otro lado del mundo)
Texto: María Suárez Álvarez
Imágenes: Alejo Sabugo · International Animal Rescue (Todos los derechos reservados ©)
Hasta hace pocos años Borneo era uno de esos pocos lugares en la Tierra que aún no habían sido alterados significativamente por la mano del hombre. Una isla inmensa, la mayor de Asia, del tamaño de una España y media, cubierta de bosques tropicales y habitada por pequeñas poblaciones humanas que mantenían sus modos tradicionales de vida, orangutanes, elefantes pigmeos, osos sol, panteras nebulosas… y una larga lista de especies de todos los filos, muchos de ellos endémicos. Algo similar a la imagen idílica del paraíso. Pero hoy Borneo ya no es lo que era.
En los últimos 25 años las selvas primarias de Borneo han desaparecido en un 80%. En 5 años esta cifra podrá ascender hasta el 98%. Indonesia ostenta el título de ser el país con mayor tasa de deforestación en la actualidad. Nunca hasta ahora nos habíamos enfrentado a una desaparición del hábitat tan rápida y acusada.
Pero los números son fríos, se olvidan rápido. ¿Qué llevan consigo? Hagamos un ejercicio de imaginación. Nos despertamos una mañana y todo lo que conocemos ha desaparecido, miles de bombas han caído durante la noche y han destruido todo lo que conoces. Las calles han desaparecido, los edificios se han reducido a escombros. No tienes alimento ni sabes dónde encontrarlo. Tu familia y amigos ya no están, algunos han muerto, otros han escapado. Vagas sin rumbo buscando alimento, pero todo yace bajo capas de piedras. Hasta donde alcanza tu vista todo es destrucción, un desierto gris. Entonces comienzan los inc endios. El poco alimento que quedaba, es reducido a cenizas. Y tras ello, la mayor amenaza: grupos de hombres persiguen a los pocos que quedan como tú para darles caza y venderlos en el mercado negro por un puñado de euros. Ya no queda nada ni nadie de tu mundo. No hay a dónde ir, a dónde escapar. Es el fin de nuestro mundo.
Esto es lo que viven todos los días miles de animales en Borneo. El orangután, especie icono de esta inmensa isla, se enfrenta a la extinción. Más de 50 orangutanes mueren todas las semanas como consecuencia de la deforestación. Sumado a las muertes directas por inanición, muchas veces sufren tratos crueles, son quemados vivos, asesinados con machetes, pistolas y otras armas. En muchos casos las grandes compañías ofrecen recompensas por su cabeza ya que son considerados una peste debido a que a menudo destruyen los cultivos para encontrar comida. Son atropellados por las excavadoras, rociados con gasolina y quemados vivos, capturados, torturados, golpeados, disparados y asesinados.
En otros casos, los orangutanes entran en los pueblos o vagan por otras plantaciones locales en busca de alimento. Las madres son disparadas y sus bebés vendidos, dado que son de gran valor en el mercado negro de mascotas, y generalmente son mantenidos en cautividad en condiciones horribles o utilizados como entretenimiento en parques o zoos en otros países.
Su situación es sólo la punta del iceberg de la de miles de especies que viven lo mismo, muchas de ellas aún sin descubrir. Desgraciadamente, las noticias acerca de la destrucción del medio ambiente y la extinción de las especies han llegado a ser tan frecuentes que hemos llegado a sentir que tienen poco efecto sobre nuestras vidas. Los causantes son grandes lobbies empresariales que controlan el mundo. Poco podemos hacer para cambiar las cosas. Pero, ¿realmente es así? ¿Cómo afectan nuestros actos cotidianos a la desaparición de las selvas de Borneo al otro lado del mundo?
El principal causante de la deforestación en Indonesia es el aceite de palma, el aceite vegetal más consumido del mundo. Está en las galletas, en el jabón, en la sopa, en el detergente que utilizamos para lavar la ropa, en los cereales, en el champú, en los frutos secos, en la comida para bebés, en los helados, en el biodiesel… Está en más del 50% de todos los productos que adquirimos en el supermercado y en casi todos los alimentos procesados. Está en todas partes y muchos consumidores ni siquiera saben que existe, porque no siempre aparece claramente su uso en los ingredientes.
Las selvas de Indonesia están desapareciendo para llenar las estanterías de nuestros supermercados. Y a Indonesia, mayor productor mundial de aceite de palma, se ha sumado en los últimos años unos 50 países del sudeste asiático, África Central y Occidental, América Central y Sudamérica, con Nigeria, Malasia, República Democrática del Congo, Colombia y Ecuador a la cabeza.
El uso del aceite de palma no es necesario en los productos que lo utilizan, pero ha sustituido a otros ingredientes por sus características: añade cremosidad en salsas y productos de cosmética, alarga la vida útil de los alimentos al ser muy resistente a la oxidación, se utiliza como emulgente, elimina el aspecto grasiento en la bollería (al ser sólido a temperatura ambiente, no se percibe su presencia) y, sobre todo, su producción es muy barata.
Por otra parte, su consumo no está exento de riesgos para nuestra salud: provoca un aumento en los niveles de colesterol en sangre y aumenta el riesgo de enfermedades cardiacas, pulmonares, renales y hepáticas. Hemos sustituido el consumo de aceites saludables por otro que no lo es en absoluto, pero que es más barato para las empresas. Y la mayor parte de la población ni siquiera es consciente de ello. Por eso la información es el primer paso. El cambio comienza en nosotros. Como consumidores, podemos ayudar a reducir el problema del aceite de palma. Nuestro objetivo debe ser actuar para evitar en la medida de lo posible los efectos negativos causados por las plantaciones de palma aceitera. Para ello, para poder decidir lo que compramos de una forma responsable, debemos estar informados. La información en español acerca del aceite de palma y las consecuencias de su consumo es vaga y dispersa. No sólo una inmensa mayoría de los consumidores españoles desconocen qué es el aceite de palma, sino que ni siquiera tienen la posibilidad de informarse si no entienden inglés. Desde hace un par de meses podemos hacerlo en la web www.aceitedepalma.org. Informemos a nuestra familia y amigos acerca del tema. Cuantos más seamos, más fuerza tendremos.
Busquemos el aceite de palma en los productos que consumimos. El aceite de palma puede aparecer en los ingredientes bajo más de 200 nombres. Desde los más evidentes, como “aceite de palma”, a otros menos claros como “palmiste”, “aceite o grasas vegetales” o cualquiera con la raiz “palm”. No obstante, los derivados del aceite de palma son difíciles de detectar. (Para una lista completa de los nombres bajo los que se esconde el aceite de palma: www.aceitedepalma.org/ nombres-etiquetado).
Existen alternativas para sustituir el aceite de palma. Se pueden utilizar otro tipo de aceites vegetales, mucho más saludables. No obstante, para sustituirlo en todos los productos (alimenticios, cosméticos, de limpieza,…) es necesario encontrar ese sustituto. El problema es que la mayoría de semillas son menos productivas que la palma, por lo que necesitan más tierra para producir la misma cantidad de aceite. Por lo que el problema de deforestación podría ser aún peor.
Entonces, ¿cuál es la alternativa? La sostenibilidad. Si decidimos consumir aceite de palma en algunos de nuestros productos, debemos exigir que sean producidos de forma sostenible. El aceite de palma sostenible es un acercamiento al cultivo de la palma aceitera que pretende producir aceite respetando la biodiversidad, la calidad del agua, los derechos de los nativos y contribuyendo lo mínimo posible a la emisión de gases de efecto invernadero. Sin embargo, su veracidad ha sido puesta en entredicho por organizaciones medioambientales para las que esto no es más que un intento de lavado verde de imagen. El organismo regulador (RSPO o Roundtable on Sustainable Palm Oil) ha sido criticado por su baja exigencia con respecto al seguimiento de los criterios de sostenibilidad de sus miembros. Algunos de los sellos que certifica (el GreenPalm) no aseguran la utilización de aceite de palma sostenible y su sello más exigente (CSPO o Certified Sustainable Palm Oil) ha sido utilizado por empresas que no siempre siguen los criterios de sostenibilidad.
La RSPO debe empezar a actuar de una forma exigente para certificar una verdadera sostenibilidad. Hagamos presión sobre las marcas para que compren el aceite producido de forma sostenible. La presión del consumidor es poderosa. Si las marcas no saben lo que demandamos, no cambiarán. Debemos exigir que se garantice el respeto de unos mínimos medioambientales y sociales en los productos que compremos, al igual que se exige a los productores españoles. Todos nosotros somos consumidores y, además, tenemos algo en común: los primates, de una u otra manera, ocupan un lugar especial de nuestras vidas. Como primatólogos o, simplemente, como amantes de los primates, tenemos una responsabilidad añadida. Actuemos con responsabilidad, sin mirar a otro lado, difundamos la información, seamos activos en esta problemática, busquemos alternativas, alcemos nuestra voz.
Crédito: Alejo Sabugo · International Animal Rescue ©
Para saber más sobre el aceite de palma, las consecuencias de su consumo y la producción sostenible visita: www.aceitedepalma.org.