Por Barbara Sansone @BarbaraSansone – Vocal de Educación, Divulgación y Comunicación de la @APEspain

Jane Goodall es uno de aquellos personajes que suscitan en mí sentimientos discordantes. Idealmente, prefiero encontrar y sacar a la luz las historias de personajes anónimos con vidas heroicas e interesantes. No soy de las que refuerzan el fenómeno mediático de quienes ya gozan de cierta fama. Sin embargo, el caso de Jane Goodall es diferente. Sin duda alguna, es una star: para asistir a una de sus conferencias hay que reservar con mucha antelación y prepararse para aguantar largas colas. Son pocos los científicos que llegan a atraer tanto al gran público. ¿Porqué ella sí? ¿Cómo lo consigue? Voy a intentar formular algunas hipótesis.

De entrada, creo que mucha gente no la asocia al estereotipo de una científica. Seguramente, ni saben con exactitud qué es lo que la hizo tan innovadora en el ámbito de la primatología. No todos los que acuden emocionados a uno de sus eventos, con el profundo deseo de verla y escucharla en vivo como mínimo una vez en la vida, la conocen por haber sido la primera en asignar nombres a los individuos que estudiaba. Hasta aquel entonces era costumbre identificarlos por códigos numéricos. Tampoco la conocen por haber sido una de las personas que descubrió que la conducta instrumental no era una exclusividad humana. Tanto que llevó su maestro y mentor, el paleontólogo Louis Leakey, a pronunciar la famosa frase entre los primatólogos: “Ahora debemos volver a definir las herramientas, volver a definir a la humanidad o aceptar a los chimpancés como humanos”. Y aún menos saben que con su trabajo de campo desmontó la visión idealizada y romántica de los chimpancés como “mejores que nosotros”. Así, observó que nuestros parientes eran capaces de hacer guerras donde unos grupos aniquilaban a otros. Nos ha enseñado cómocon ellos compartimos también nuestro lado más oscuro y destructivo.

A los que nos movemos en un entorno especializado, también nos cuesta definir a Jane Goodall como una científica. No porque no reconozcamos la enorme importancia de su contribución a la primatología. Tampoco porque al comienzo no fue nada más que una secretaria y su credenciales académicas vinieron después. La razón es que se trata de una activista implacable con una visión holística poco frecuente en nuestros días. Lo que sus seguidores ven, sin importar sus procedencias y conocimientos (y con ellos compartimos esta percepción), es la historia de un sueño que se cumplió a pesar de las muchas adversidades.

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Dejemos a un lado la imagen que muchos intentaron pegarle, la de “la bella y la bestia”. Ella misma se opuso. A cualquier mujer inteligente le molesta que se ponga más el acento en su rubia melena y sus bonitas piernas que en su valía. También, porque nunca le gustó que se tachara a los chimpancés con una palabra tan despectiva como la de bestia. Jane es una mujer aparentemente pequeña y frágil, pero en la realidad dotada de una enorme determinación, un increíble coraje, una extraordinaria energía. Empezó muy joven, en una época en la que ser mujer complicaba las cosas a chicas que, como ella, tuvieran curiosidad, inquietudes, aspiraciones. Su familia no podía ofrecerle los recursos económicos necesarios para secundar sus deseos, pero sí, como ella no olvida mencionar, el amor y la comprensión como para no cortarle las alas ni apagar la lumbre de sus sueños. Sus sangre británica no le hace temblar la voz mientras cuenta que, cuando de niña desapareció unas cuantas horas para observar a las gallinas y descubrir de donde les salían los huevos. Jane no les veía agujeros suficientemente grandes, su madre no se enfadó, sino que escuchó con interés los resultados de sus observaciones.

Ésta es Jane. Una mujer intensa e incisiva, que ha vivido y sigue viviendo la vida con profunda pasión. Que sabe muy bien lo inútil que llegan a ser las ideas y las palabras cuando no se traducen en acciones. A pesar de sus 80 años recién cumplidos, sigue viajando sin parar, para promover una consciencia ambientalista y humanitaria y difundir sus programas, como los conocidos Jane Goodall Institute y Roots & Shoots, en todos los rincones del mundo.

img_4121Ahora, después de verla en vivo, sé qué es lo que, como decía al comienzo de estos pensamientos en voz alta, me suscita sentimientos discordantes: el temor de que su celebridad ofusque la profundidad de su ejemplo, transforme (o ya haya trasformado) su persona en una especie de ícono sagrado y lejano, en la encarnación de una vida milagrosa, que sólo pocos privilegiados pueden vivir. Nada más lejos de la verdad. Si pensamos que sólo algunos tienen la capacidad de romper la líneas y cambiar las cosas, los condenamos a luchar solos, no los ayudamos a prevenir lo irreparable y dificultamos las transformaciones que tan necesarias son para que este planeta se convierta en lugar más agradable donde vivir. Tampoco es como Jane quiere que la veamos: por esto, no pierde ocasión para recordarnos el enorme poder que tenemos en nuestras manos (todos, cada uno de nosotros). Con sus charlas nos invita a responsabilizarnos en nuestro día a día y decidir personalmente el impacto que queremos tener en el mundo, sin esperar que alguien lo haga por nosotros.

Al final de su conferencia en Barcelona, el pasado 13 de mayo en el CosmoCaixa de Barcelona, se formó como de costumbre una larga cola de admiradores armados de libros para que los firmara. Personalmente, desde hace unos años la mayoría de mis libros son en formato electrónico, lo que dificulta enormemente las prácticas de este tipo, que además no van mucho conmigo. De ella me llevo algo que nunca podré enseñar a nadie, pero considero mucho más íntimo y valioso: la sonrisa que me devolvió de una manera tan delicada que pareció furtiva, cuando nos cruzamos un momento antes de que desapareciera en la muchedumbre. En brazos, su inseparable chimpancé de peluche, con plátano y cola.

 

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Para los que no han podido asistir a la conferencia o que desean volver a escucharla, aquí pueden acceder al resumen o al vídeo completo del encuentro:http://www.janegoodall.es/news/es/2012/04/30/0001/video-de-conferencia-en-cosmocaixa