Conversación con Teresa Sauquet, Vocal de Conservación y Bienestar de la @APEspain
Por Barbara Sansone @BarbaraSansone e Iván García-Nisa @ivangarcianisa – Vocales de Educación, Divulgación y Comunicación de la @APEspainCuando se visita Fundación Mona, durante el recorrido, aparte de chimpancés y macacos, se pueden ver estudiantes e investigadores, más o menos mimetizados en el entorno, que están dibujando, fotografiando, registrando datos o simplemente observando. Entre ellos, hay una buena probabilidad de encontrar a Teresa Sauquet, actualmente alumna del Postgrado de Primatología organizado por Fundación Mona y la Fundació UdG Innovació y Formació. Además, Teresa recientemente ha acabado un Máster en Educación Emocional. Estos conocimientos, junto con su aproximación a la primatología, están produciendo ideas muy claras y potentes sobre cómo emprender algunas luchas difíciles y necesarias para mejorar nuestra manera de ver y tratar a los seres vivos. Con la fuerza de la educación. Vamos a conocerlas.
¿Cuál fue tu formación y cómo llegaste a Mona?
Estudié biología pero nunca me dediqué a ello sino a la publicidad y al diseño gráfico, mientras buscaba trabajo de bióloga. Pero allí me quedé, hasta que, hace unos 3 años, en un momento de profundos cambios personales, me enteré de la existencia de Fundación Mona y me fui allá a trabajar como cuidadora. Fue así como empecé a plantearme una serie de preguntas acerca de los primates.
Cuando hablé con Miquel Llorente, el responsable de la Unidad de Investigación y Etología de Mona, me aconsejó realizar el curso de Asistente de campo. Se trata de una experiencia de seis meses, durante los cuales llevas a cabo una investigación que defines tú y él te va asistiendo, enseñándote la metodología.
Normalmente, lo más difícil es buscar qué investigar pero yo, como llevaba ya seis meses con los chimpancés, sabía lo que quería hacer y decidí dedicar a mi trabajo 12 meses.
Y, ¿cuál fue tu investigación?
Cuando llegué a Mona, ya estaba el chimpancé Tom, que estaba en proceso de resocialización, y más tarde llegaron Coco y Bea. Sin haber consultado bibliografía previa se me ocurrió una idea: si le pasaba a Tom, a través de una tele, imágenes del grupo con el que se tenía que asociar en actitudes afiliativas, igual luego, cuando viera a estos individuos en la realidad, le caerían mejor y el proceso resultaría más fácil. A Miquel le gustó la idea, y en un trabajo previo encontramos este uso del vídeo como hipótesis de investigación futura.
Así que la investigación consistió en medir una serie de parámetros, como por ejemplo, el porcentaje de tiempo durante el tratamiento que mirarían la pantalla o a qué individuos mirarían más (humanos conocidos, desconocidos, congéneres), y luego le añadí un tratamiento con música.
¿Publicaste algo de tu investigación?
Sólo lo publiqué en el IV Congreso Ibérico de Primatología y estoy preparando un artículo. En el Congreso presenté dos vertientes del trabajo: la primera fue comparar los resultados obtenidos con vídeo y música; la otra fue coger todo el programa que hice en enriquecimiento, tratarlo estadísticamente como un todo, como un programa de enriquecimiento sensorial de largo plazo (8 meses) y ver qué efecto había tenido en los individuos.
Y, ¿qué efecto había tenido?
Hay que poner en contexto la investigación: ésta se ha hecho en interiores (normalmente es más adecuado, para reducir las distracciones), sólo con 3 individuos (lo que es una muestra pequeña) y con individuos concretos que se están rehabilitando, que vienen de un pasado como mascotas, animales de circo incluso, e integrados en un santuario, con lo cual tienen un proceso físico, emocional y comportamental complejo.
Total: el tema de la música no les gustó.
¿Cómo se la ponías?
Ellos dormían en una habitación que estaba conectada con otra y yo quería darles la libertad de decidir si escuchar la música o no, así que la ponía en una de las dos y ellos podían decidir en qué habitación quedarse. En cuanto a asistencia… la mayoría no venía a clase.
¿Qué música les ponías? ¿En qué criterio te basabas?
Les puse Ludovico Einaudi. El criterio me lo preguntó también Josep Call en el Congreso. De broma le contesté que soy muy fan de Ludovico (ríe), pero la verdad es que por algún tipo de música tenía que empezar: era la primera vez que trabajaba con esto, no tenía nada a qué agarrarme más que a la bibliografía. Además, la música “clásica” es un cajón desastre donde confluyen músicas muy diversas, entonces busqué piezas de un sólo instrumento (el piano) y tranquilas, con tiempos bajos, que no fueran muy excitantes.
Y no venían a clase…
No. Venía sólo Tom, yo creo más que nada porque la habitación donde les pasaba el tratamiento era su habitación de referencia, la que había usado desde que había llegado. Las chicas habían usado más la otra.
Así que cada uno seguía con su rutina a pesar de la música.
Eso es. Pero, curiosamente, los efectos fueron muy positivos, como los esperados: inmediatamente después, aumentaban las conductas afiliativas, especialmente el grooming (acicalamiento). Pero cuando aplicas un tratamiento de enriquecimiento tienes que ver qué ocurre mientras lo pasas y qué ocurre después. Yo vi que con la música había efectos inmediatos, pero también a posteriori, residuales, que perduraban en el tiempo. Sin embargo, con el vídeo, duraban sólo el rato que miraban los vídeos. Con la música, vi en Tom un efecto muy positivo: parece ser que le despertó la conducta manipulativa. Durante la línea base, principalmente realizaba conductas autodirigidas, que en exceso, pueden sugerir que el animal está muy estresado.
El vídeo también se ha visto que es muy adecuado en interiores, especialmente en el caso de animales de laboratorio con conductas anormales: se ha visto que mientras focalizan la atención en otra cosa, baja la incidencia de estereotipias.
El efecto alienante de la tele, lo mismo que les pasa a los humanos…
Correcto. Pero mi caso fue diferente: yo trabajaba con individuos mucho más sanos, no de laboratorio y con estereotipias. En todo caso, pude ver diferencias individuales: Tom prefirió ver vídeos de humanos desconocidos, Bea de los cuidadores y Coco no asistió a las sesiones de vídeo.
Ahora mismo estás en otra investigación con Sara Ortín-León, que es un poco la continuación de tu proyecto con la música.
Sí. Quisimos dar un paso más allá porque vimos el trabajo de McDermott y Hauser, que trabajan con titíes y tamarinos y empiezan a centrarse en el tipo de música, introduciendo parámetros físicos como tiempo, frecuencias y amplitud. Ahora estamos intentando ver, dentro de la música instrumental, qué parámetros afectan a los chimpancés, si los afectan, y qué les gusta más.
La innovación en nuestro trabajo es que todo siempre se ha hecho en interior y nosotros lo estamos haciendo en exterior, y además en una instalación naturalizada, en un santuario, mientras que la mayoría de los estudios se han hecho en laboratorios o en zoos. Así que vamos a ver qué pasa. Creemos que no va a pasar nada, porque cuando aplicas un enriquecimiento de esto tipo fuera, como hay otros estímulos, es difícil centrar su atención, y más en una instalación naturalizada, ya muy enriquecida de por sí, y más aún en un grupo social.
Lo que creemos que encontraremos, que es un resultado en sí mismo, es que no afectará a su conducta. Eso servirá para que, si alguien quiere proponer un enriquecimiento de este tipo en las mismas condiciones, sepa que puede evitar perder el tiempo. Luego sería interesante aplicar esta misma metodología, este mismo protocolo, a animales de laboratorio y de zoo, para comparar los tres ámbitos de cautividad, que no tienen nada que ver.
Bien: esperamos los resultados, entonces. Volviendo a tu investigación anterior, de allá te moviste hacia la educación emocional y tu cruzada por la empatía hacia los animales…
No, realmente el proceso fue paralelo: empecé el máster de educación emocional en el 2011, cuando entré de cuidadora. Jamás pensé que me podría servir a nivel profesional: lo hice para mí, para crecer como persona. La conexión con la etología animal se me ocurrió de una forma muy curiosa. Cuando fui a recoger el título provisional, el junio pasado, en Barcelona, tenía que pasar el rato y me metí en el zoo, aunque visité sólo la sección de primates porque no me veía con ánimos de soportar más. Y lo que hice fue observar a la gente: entonces se me ocurrió la idea del proyecto de final de máster. A mí me gustan los animales, estoy informada de educación emocional y hay mucho trabajo para hacer.
De allá la idea de un programa de educación emocional para niños que sirva para cambiar su visión de los seres vivos. Empecé a profundizar y me di cuenta de que quizás el valor más importante en todo esto es la empatía, ponerse en el lugar del otro, ver que también siente, padece y tiene sus necesidades. Entonces decidí investigar acerca de la empatía y ver qué otros valores se asocian a ella y la retroalimentan. En la bibliografía descubrí que esto se estudió mucho en los 70 – 80 especialmente en EEUU, así como los efectos de la relación entre niños y mascotas.
En temas de terapia no me meto: simplemente quería, a nivel empírico, saber si algún científico había estudiado qué pasa cuando, por ejemplo, un niño tiene un perro en casa, respecto a un niño que no. Todos los trabajos son de aquella época, cuando se quiso combatir lo que llamaban insensibilidad (que por mi es la falta de empatía).
Se ha visto también que todo lo que se trabaja orientado a fomentar la empatía hacia los animales al final redunda en todos los seres vivos, es decir, que repercute también en mejores relaciones humanas. Me falta buscar más, pero ya vi en las última Jornadas de educación emocional que ahora la preocupación principal en EEUU ya no es la educación emocional sino aumentar el nivel de conocimientos de los estudiantes, que es más bajo si lo comparamos con Europa.
Sin embargo, en los últimos años hemos visto cambiar cosas. Por ejemplo han cesado los tests en animales para productos cosméticos en la Unión Europea, en Noruega, en Israel y en la India, aunque en los EEUU, Australia y Nueva Zelanda aún están considerando el tema. Y la cantidad de vegetarianos o veganos ha aumentado mucho. ¿Crees que se está produciendo igualmente el cambio, aunque bajo otra forma o definición?
Tengo todavía que investigar a qué obedece este cambio, ya que la sociedad realmente empieza a dividirse. Parece, y lo puedes ver en un buen termómetro de las tendencias populares como es Facebook, que sí se está empezando a tener más sensibilidad respecto a varios temas, como el consumo responsable. Yo creo que en parte se debe al cambio de paradigma en el que estamos inmersos: estamos viviendo una crisis mundial, no sólo económica, sino también de valores, y concretamente el tema medioambiental o para con los animales forma parte de toda esta crisis, con sus implicaciones éticas y económicas. La gente se está replanteando la relación de los humanos con el medioambiente y la relación de los humanos con los humanos.
¡Este es un aspecto muy positivo de la crisis que siempre vale la pena destacar! En el X Congreso de Educación Emocional de la Universitat de Barcelona acabas de presentar un trabajo muy interesante que defines “una aproximación teórica a la educación infantil en los valores de empatía y respeto hacia los animales”. ¿Cuáles crees que podrían ser las mejores estrategias para conseguir este tipo de educación?
¿Yo qué haría para cambiar esto? Es un tema complicado… Desde mi parcela: ¡educación! Emocional evidentemente. Pero lo extrapolaría a más cosas, no sólo a los animales. La educación emocional de entrada es muy beneficiosa. Es típico el caso del niño que saca todas buenas notas y luego de adulto acaba con una vida poco satisfactoria y contactos sociales muy pobres. La parte cognitiva es importante, pero la emocional lo es más: tiene que haber un equilibrio entre ambas. En los colegios, esta parte no se enseña, ni la emocional (de mí para dentro) ni la social (de mí para fuera), que van muy ligadas.
¿Qué es lo que siento? Después del máster tengo un vocabulario emocional más rico, sé acotar mucho mejor las emociones. Ya no me siento “mal” sino “iracunda” o “decepcionada” o “frustrada”. Si detecto, puedo gestionar, pero si no sé qué me pasa, no lo puedo gestionar. Todo esto a los niños no se les enseña. Ni toda la parte interior, como la autoestima, ni la parte exterior, como cooperar, compartir o negociar.
Sin embargo, las administraciones no apoyan estas iniciativas y las pocas que se dan son por iniciativa propia de algunos profesores. Mi tema es más específico todavía: no sólo la educación emocional, sino también basada en la empatía hacia los animales.
¿Cuál es la diferencia entre un programa de educación emocional y uno orientado a la empatía hacia los animales?
En mi estudio vi que hay toda una serie de competencias emocionales asociadas al desarrollo de la empatía que al final llevan a un puro y mero programa de educación emocional. ¿Qué es lo que tendría que aportar yo para que específicamente fuera hacia el desarrollo de la empatía hacia los animales? Aspectos cognitivos por un lado (hablar de los animales, qué son, cómo funcionan, el hábitat en que están integrados) y de interacción con animales por el otro. Y luego, igual sería difícil de llevar a cabo, pero sería interesante poder colaborar con protectoras cerca del colegio y organizar, al menos, una salida semanal en la que el niño se implique, se moje, y esto ya se ha visto que sube el autoestima, enseña los límites, el valor del respeto y ofrece otros beneficios.
Por otro lado me gustaría enriquecer el programa con otro tipo de metodologías didácticas alternativas, que trabajan aspectos que van a ser muy útiles para el niño cuando sea adulto. El aprendizaje basado en proyectos (ABP) permite al alumno aumentar las competencias sociales y de comunicación, hablar en público, así como aumentar su autoestima.
Asimismo me gustaría incorporar el mindfulness, que según Goleman trabaja aspectos como la atención, la capacidad para concentrarse, para tranquilizarse y las capacidades de observación y escucha, tan ligadas a la empatía.
Sin embargo, cualquier programa tiene que ir acompañado de un sistema de evaluación, además científico y serio, da igual si cuantitativo, cualitativo o los dos, pero siempre ha de ser así, porque las administraciones sólo saben de datos, y si queremos ganar esta batalla, hay que aportarles datos empíricos, medir y demostrar. Por esto, ahora estoy buscando un grupo de niños con quienes llevar a cabo un programa de como mínimo 6/8 meses.
¿Alguna cosa más que aprendiste en el Congreso y creas que vale la pena destacar?
Sí. Conseguir desarrollar un programa en una escuela, ir allá a dar tu horita de clase, no sería suficiente. Antes de todo hay que dar una formación a los profesores, para que el ambiente sea todo coherente.
Y a los padres también, ¿no?
Bueno, eso es el tercer paso: antes los profesores, luego los niños y finalmente los padres. De hecho la educación emocional de los padres va a ser el tema de las Jornadas de educación emocional del año que viene. El niño, desde muy pequeño imita, y todo su entorno debe de estar expresando y gestionando emociones, desde la tierna infancia en el ámbito familiar hasta luego cuando va al cole, donde se potencian más las competencias sociales. De hecho, la empatía se ve reforzada por otros modelos sociales sensibles, como los profesores o los amigos.
Últimamente, vemos casi cada día cómo se comporta la gente que visita el zoo, tanto familias como colegios, y hemos llegado a la conclusión de que las visitas deberían ser obligatoriamente guiadas, para que realmente los zoos puedan tener la función educativa que pretenden. ¿Qué opinas?
Esto es otro tema que tengo en la cabeza, pero igual será otra fase. Claro que si tú chillas, corres y tiras cosas, alteras la conducta del animal, que a menudo ya de por sí está estresado por la condición innatural en la que vive. Tienes que ser muy discreto, casi esconderte, estar en silencio y observar, que es lo único que tienes que hacer. En caso contrario, no vas a ver el animal: si puede, se va a esconder, y en todo caso no va a manifestar su conducta natural. La gente a menudo no lo sabe.
Ya en el 2012, la IUCN sugirió que los zoos, que ya están obligados por ley a educar, deberían hacerlo de una manera profunda, transmitiendo aspectos cognitivos pero también emocionales. Y puso el ejemplo de Seal (Social And Emotional Learning), un sistema de educación emocional que existe en Inglaterra desde el 2005. De momento es una obligación sólo moral, pero esperamos que pronto todos los zoos y los acuarios sean obligados, legalmente también, a incidir tanto en el pensamiento como en el sentimiento del visitante.
Cuando salga del zoo, el visitante tiene que haber cambiado un poco tanto su conducta como su emoción, así que para mí, lo ideal es que las visitas en el zoo no sean libres, sino guiadas, como hacemos en Mona. Además, se aprovechan muchísimo más, se aprende más. La idea no es imponer normas, sino permitir al visitante entender que con la conducta apropiada va a ver mejor el animal, y que le debe un respeto, de forma que pueda seguir comportándose correctamente también en otras situaciones donde nadie le vigile.
Yo creo que los zoos acabarán haciéndolo, pero es muy difícil y habrá que luchar mucho.
¿Tú crees que finalmente cambiarán?
Creo que vendrá un momento en que serán los propios visitantes quienes demandarán esto, porque por parte del zoo, esto, evidentemente, supone más gasto, más personal, y en principio puede haber un miedo a que si no los dejan libres, no vendrán.
El gasto no debería ser un obstáculo. Evidentemente, por principio el trabajo se debería pagar, pero la incapacidad económica no puede convertirse en una justificación: si realmente se quiere hacer, hay decenas de estudiantes, jóvenes o menos jóvenes, que lo harían con mucho gusto como voluntarios.
Claro, yo misma lo haría. Formar un grupo de gente formada y especializada, eso es. Por eso creo que el problema principal sería el temor a que la gente ya no venga. Deberíamos llegar al punto en que sea la misma gente la que no aceptará más el sistema tradicional y demandará algo un poco más elaborado. Me gustaría hacer una investigación al respecto. Si el zoo me dejara, me gustaría plantear una investigación cualitativa: llevar a grupos de la manera en que yo lo haría, y luego pasarles una encuesta a ellos y a los que han ido por libre, comparar e intentar ver el grado de satisfacción, si volverían o no, y demostrar que la gente se va más contenta, que estoy segura que sería así, porque saldría con más cultura, con más emoción, con más sentimiento.
Claro: como decías antes, el idioma de las administraciones son los números y habría que conducir un primer proyecto piloto que permitiera demostrar que este sistema les resultaría mucho más conveniente. La satisfacción del cliente equivale a más ingresos, así que me parece una estrategia óptima.
Al fin y al cabo, estamos en una sociedad de consumo y ¿a quién no le gusta un producto de calidad? A todos nos gusta. Un zoo donde se tenga en cuenta el bienestar, donde además puedas ir acompañado en una visita completa, donde te informen de todo sobre aquél animal, daría un producto de mayor calidad. Y el zoo acabaría cumpliendo su compromiso con la educación.
¿Hay otros que se están moviendo en tu misma dirección?
Sí, ¡no estoy sola en el mundo! (ríe) En la Universidad de Valencia han hecho unas primeras jornadas, de momento a nivel teórico, y esto es uno de los riesgos mayores: que todo esto se quede en un ámbito académico, que se hable, se investigue pero no se llegue a programas educativos concretos. Que se hable de esto es buena señal, pero hay que vigilar que también se haga y se haga bien.
Luego, existe la asociación Just Animals, que me parece una iniciativa muy seria y además se mueve en los tres ámbitos: divulgación, comunicación, investigación. Estoy contenta de ver cómo salen iniciativas de este tipo en distintos puntos de España y ahora sólo nos falta juntar las fuerzas.
¡Bien! Estamos seguros de que surgirán cada vez más y que finalmente conseguiremos grandes resultados. Habrá que seguir luchando pero vemos que no te faltan ni la motivación, ni la energía, ni las ideas. Y seguro que tampoco un entorno adecuado, donde encontrar la complicidad de tus compañeros.
Muchas gracias por tu tiempo y suerte con todo.