Por Miquel Llorente @miquelpaniscus, Presidente de la @APEspain. Publicado originalmente en #SciLogs de @Iyc_es
Durante este año se celebra el 50 aniversario de un hecho peculiar que a muchos pasaría desapercibido. Hace medio siglo que, por primera vez, se publicó cómo unos seres lavaban patatas en el mar. ¿Quieres saber qué tenían de especial y por qué fue tan relevante?
Se acerca la temporada del boniato (Ipomoea batatas). Da igual cómo le llamemos: boniato, patata dulce, batata, camote… Su textura y su sabor es apreciado no sólo aquí, también en casi todos los rincones del mundo. Hasta aquí todo bien. Pero, ¿por qué es necesario que hablemos de él? De hecho, no hablaremos de él sino de unos individuos que pasaron a la historia (de la Primatología) por el simple hecho de lavarlos en el mar.
El suceso ocurrió a muchos kilómetros de donde estamos. Nos trasladamos a la isla de Koshima, a uno de los más destacados y relevantes proyectos de la primatología de campo. Koshima es una pequeña isla de 32 hectáreas de la prefectura de Miyakazi (Japón), localizada a unos 200 metros de tierra firme, en el mar de Hyūga. Su punto más alto se encuentra a 113 metros sobre el nivel del mar. Es el hogar de nuestros protagonistas, que son un centenar de macacos japoneses (Macaca fuscata) divididos en dos tropas.
Uno de los primeros interesados en los macacos de la isla y en su protección fue Tohichi Kanchi (1871-?) quien consiguió que, poco antes de la Segunda Guerra Mundial, los macacos de la isla fueran designados monumento nacional. Pero no fue hasta diciembre de 1948 cuando tres de los grandes padres de la primatología japonesa e internacional, Kinji Imanishi, Junichro Itani y Shunzo Kawamura, de la Universidad de Kyoto, comenzaron un estudio longitudinal sistemático con las tropas de monos. La chica de esta historia era Satsue Mito, una joven profesora de primaria que ayudaba a los investigadores con la provisión de suministros.
El suceso que nos ocupa ocurrió un día de septiembre de 1953. Mito observó a una joven hembra llamada Imo haciendo algo inusual: lavar un boniato en el agua de un riachuelo. La noticia llegó a la Universidad de Kyoto, que de manera inmediata fijó su atención en este comportamiento y comenzó a monitorizarlo a lo largo del tiempo. Doce años después de esta primera observación (1965) se publicó un artículo en la revista japonesa Primates acerca de esta conducta cultural. Se trata de uno de los artículos más citados en la historia de la primatología, un total de 695 veces según Google Scholar. Durante este 2015 celebramos el 50 aniversario de su publicación.
Pero ¿por qué es fundamental este trabajo en la historia de la primatología? Básicamente porque se documentaba que una especie no humana había sido capaz de desarrollar un comportamiento y una tradición de tipo cultural. El lavado de los boniatos cumplía tres de los requisitos básicos para ser considerado «cultura»: había emergido, se había propagado y se había modificado. Imo fue el primer individuo que realizó este comportamiento (emergencia). El nuevo comportamiento se propagó a lo largo de los años por toda la isla a través de dos canales principales: familia y compañeros de juego. La madre y los hermanos de Imo copiaron su conducta. Los amigos de Imo también lo hicieron. Finalmente los boniatos pasaron de lavarse en riachuelos a hacerlo en el mar (modificación). De esta manera, además de limpiar la patata se obtenía un sabor más salado y agradable para los animales.
Lo que estos pequeños monos nos enseñaron desde ese momento es que el hecho cultural no es potestad exclusiva del ser humano. Nuestra comprensión acerca de la génesis y la evolución cultural en el ser humano debe y necesita del estudio comparado con aquellas especies biológicas con las que más compartimos. Por suerte (aunque por «desgracia» para algunos antropólogos), las pruebas de comportamientos y tradiciones culturales en múltiples especies de primates no humanos son enormes. Nuestra cultura -material y no material- surgió mucho antes de que el ser humano pusiera los pies sobre la Tierra. Nuestra cultura material y no material es común con otras especies de primates no humanos y animales no primates.
Desde una perspectiva ecológica y funcional la conducta cultural nos otorga una serie de ventajas selectivas, nos permite acumular conocimiento, acceder y explotar nuevos nichos ecológicos y aprovechar la información adquirida por un individuo por parte de todo el grupo. Entonces ¿por qué tendríamos que ser los humanos los únicos de disfrutar de ella? La naturaleza nos ha enseñado que estamos equivocados.
Referencia:
Kawai M (1965) Newly acquired pre-cultural behavior of the natural troop of Japanese monkeys on Koshima Islet. Primates 6:1–30