¿La cara es el espejo del alma? Si nos olvidamos de las definiciones teístas, que consideran el ánima como un principio constitutivo o una entidad invisible e inmaterial de los seres vivos, y hablamos en términos científicos de la personalidad inherente a cada individuo, la respuesta a esta pregunta es: sí. Nuestra personalidad nos define como sujetos únicos e irrepetibles, moldeando nuestro comportamiento en distintos contextos, diferenciándonos a unos de otros y contribuyendo así, a nuestro estado de salud, nuestro bienestar e incluso, a nuestro estatus social. Estos rasgos individuales, que vienen impresos en nuestros genes y que van siendo forjados constantemente por el ambiente en el que vivimos y por nuestras experiencias vitales, determinan, no solamente, el tipo de ocupación laboral que queremos desarrollar en cada momento de nuestra vida, sino también, nuestra longevidad y nuestro éxito reproductivo.
Sin embargo, estas características personales que creemos conocer tan bien y que guardamos celosamente con llave en nuestro interior permitiendo, únicamente, a unos pocos privilegiados, echar un vistazo, en realidad aparecen ilustradas como un lienzo coloreado sobre nuestras caras. Y no solamente están manifiestamente expuestas, sino que inconscientemente, somos capaces de apreciar los matices en los rostros de los demás. De hecho, parámetros tan sencillos de nuestra morfología facial como es la relación entre la anchura y la altura de la cara, nos informan sobre distintos rasgos de dominancia, el tesón y los esfuerzos que invierte una persona a la hora de alcanzar una meta, e incluso la falta de credibilidad o la capacidad de utilizar el engaño de otros individuos.
Estas evidencias no nos deben pasar inadvertidas, ya que como primates sociales que somos, resulta de vital importancia poder reconocer estos rasgos de personalidad en los rostros de los demás. Esto nos permitirá conocer la dinámica social de un grupo de personas, prever las reacciones de otros individuos, reconocer nuestras afinidades con ellos e incluso, nos ayudará a seleccionar potenciales parejas. Estas marcas faciales que reflejan la personalidad de los sujetos, sugirió a psicólogos e investigadores del ámbito de la cognición y la primatología, cuestionarse cuáles serían los orígenes evolutivos de estas asociaciones. En torno a esta pregunta, han surgido varias publicaciones que intentan responder cuál es el origen biológico y evolutivo de la personalidad. De esta manera, podremos comprender la asociación entre identidad o temperamento de los individuos, su estructura facial y su comportamiento diferencial.
En febrero de este año (2014), investigadores del ámbito de la psicología y la cognición de diferentes universidades del Reino Unido (incluyendo, la Universidad de Edinburgo, la Universidad de Stirling y la Universidad de York), así como diferentes centros y laboratorios de investigación británicos, han publicado en la revista Personality and Individual Differences un artículo sobre morfología facial y personalidad en monos capuchinos (Sapajus apella). En dicho estudio, analizan diferentes parámetros de la estructura facial de estos primates y sus relaciones con las cinco dimensiones de personalidad definidas para esta especie (Asertividad, Apertura a la experiencia, Cortesía, Neuroticismo y Sociabilidad), comparando sus resultados con los obtenidos en humanos.
Según estos autores, capuchinos con caras más anchas y cortas serían mucho más asertivos, un rasgo que se acentuaría con la edad en el caso de los machos, y disminuiría, en el caso de las hembras, al contrario de lo que ocurre en humanos. Sin embargo, cuando las mediciones de la altura de la cara no incluyen la barbilla (sino que se quedan a la altura del labio superior), no se observa este dimorfismo sexual en humanos, aunque sí en capuchinos. Por otro lado, capuchinos con caras más bajas (con más frente), se relacionan con puntuaciones más altas en la dimensión de neuroticismo, y más bajas en los rasgos de atención o cortesía con otros sujetos del grupo. En este último caso, los autores no hallan diferencias entre sexos, pero sí un aumento de este rasgo facial con la edad.
En consecuencia, estos resultados demuestran que la morfología de las caras presenta una clara asociación con diferentes rasgos de la personalidad. En este caso, las correlaciones halladas para las dimensiones de neuroticismo, asertividad y cortesía podrían relacionarse con una cuestión de estatus o de capacidad de liderazgo. Los estudios con humanos demuestran que el estatus individual se relaciona con aspectos como la coerción y la competencia pro-social. Relacionado con la coerción, se ha visto que los hombres con caras más anchas presentan niveles más altos de testosterona, así como una mayor capacidad de dominancia mediada por una mayor agresividad, lo que se ajusta bastante bien al perfil de una persona coercitiva.
En cuanto a la competencia pro-social, más relacionada con el neuroticismo y la cortesía, parece ser que una personalidad más atenta con otros sujetos del grupo conferiría al individuo un estatus social basado en un incremento del tiempo dedicado a la vigilancia del resto de conespecíficos (reduciendo el número de conductas de juego) sin necesidad de recurrir a la agresión. En este sentido, individuos con caras más bajas conseguirían un estatus social fundamentado en estas dos dimensiones de la personalidad, que en el caso de los humanos podría cimentarse en rasgos relacionados con la honestidad y la humildad, como serían el sentido del deber, la cautela o la modestia.
En definitiva, un mayor entendimiento de las asociaciones existentes entre las dimensiones de personalidad y la morfometría facial de las diferentes especies de primates (humanos y no humanos), permitirán reconstruir el marco evolutivo y el contexto biológico en que se originaron. Así, una vez más la ciencia asía un aforismo popular y, en este caso, le da un soporte empírico al refrán: “la cara es el espejo del alma”.
Artículo original:
Wilson, V., Lefevre, C. E., Morton, F. B., Brosnan, S. F., Paukner, A., & Bates, T. C. (2014). Personality and facial morphology: Links to assertiveness and neuroticism in capuchins (Sapajus [Cebus] apella).Personality and individual differences, 58, 89-94.