Por Rocío Cano Martinez y Sara Álvarez Solas, Vocalía de Conservación y Bienestar de la @APEspain

“Colonso-Chalupas podría ser uno de los lugares más biodiversos del planeta”

Desde volcanes de más de 6000 metros de altitud a playas bañadas por las aguas del Pacífico o la majestuosidad de la selva, Ecuador es sin duda un país de contrastes que raramente te dejará indiferente. La presencia de la cordillera de los Andes, de la Amazonía y de las corrientes marítimas generan cuatro regiones geográficas bien diferenciadas: la costa (entre el océano Pacífico y la cordillera), la sierra (en la cordillera andina), la Amazonía (al este de la cordillera) y la región insular de las Islas Galápagos. Cada una de estas regiones genera ecosistemas únicos de gran diversidad y que han impulsado la formación de 50 áreas protegidas para su conservación y estudio, cubriendo aproximadamente un 20% del territorio nacional.

El gobierno ecuatoriano esta desarrollando un plan de acción hacia el desarrollo del país fomentando la educación, investigación, desarrollo tecnológico y la conservación de sus ecosistemas. Algunas de estas medidas son: otorgar becas a muchos estudiantes para su formación en el exterior para elaborar futuras redes de investigadores ecuatorianos y extranjeros; mejorar la infraestructura educativa y los salarios de los profesores demandando profesionales de todas las nacionalidades; adquirir equipos especializados para el desarrollo de proyectos de investigación en el país; fomentar la investigación invirtiendo fondos para el desarrollo de proyectos; o mejorar el sistemas de áreas protegidas y planes de manejo, entre otras.

Específicamente, con el objetivo de mejorar la oferta educativa pública y fomentar la investigación, el Gobierno del Ecuador impulsó en el año 2009 la reforma del sistema de educación superior con la construcción, a partir del año 2013, de cuatro grandes universidades especializadas en distintas áreas del conocimiento: la Universidad Yachay, especializada en tecnología experimental; la Universidad Nacional de Educación,  especializada en la formación de educadores; la Universidad de las Artes, especializada en literatura, música, artes escénicas y visuales y  la Universidad Regional Amazónica IKIAM, especializada en las áreas de Ciencias de la Tierra y Ciencias de la Vida.

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Vistas desde uno de los miradores en la parte baja de la Reserva Biológica Colonso-Chalupas Foto: Rocío Cano Martínez
 La Universidad Regional Amazónica IKIAM y su laboratorio vivo

La Universidad IKIAM, que significa selva en shuar, se encuentra situada a 6 Km de la ciudad de Tena, en la provincia amazónica de Napo. Esta universidad busca especializarse en áreas relacionadas con el medio ambiente y su conservación, integrando especialistas en biotecnología, agronomía, biología, ciencias ambientales, geología, física, matemáticas y química. Pero lo que realmente diferencia a esta universidad de otros centros de investigación es su laboratorio vivo de 93.246 hectáreas destinado a la investigación y al desarrollo científico: la Reserva Biológica Colonso-Chalupas.

Esta área, declarada Reserva Biológica en 2014 como parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas del Ecuador, abarca 7 pisos climáticos (desde las tierras bajas amazónicas hasta el páramo en las zonas más altas), generando 6 ecosistemas y una gran diversidad de fauna y flora. Una de las áreas más diversas del mundo que contribuirá a profundizar en el conocimiento de la biodiversidad de la Amazonía ecuatoriana.

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Foto de un chorongo (Lagothrix lagotrichia) en Yasuní, Estación Científica Tiputini (cortesía Sara Álvarez).

Por su riqueza en ecosistemas podría ser uno de los lugares más biodiversos del planeta, donde apenas tenemos información y conocimiento de las especies que habitan en él. Su conservación, gracias a ser una zona de no muy fácil acceso debido a su pendiente, hace de este ambiente un lugar excelente para explorar e investigar las dinámicas de poblaciones, nuevas especies, su diversidad y las funciones de cada una de estas especies en el ecosistema. Su gran potencial en estudios aplicados y toda esa fuente de conocimientos hacen del la Reserva Biológica Colonso Chalupas un laboratorio vivo con muchísimas posibilidades que forma parte del campus de la Universidad Regional Amazónica IKIAM. Gracias a esta oportunidad, IKIAM se ha convertido en foco de atención para investigadores de muchos lugares del mundo que empieza a crecer para formar una futura red de investigadores que desarrollarán sus proyectos in situ. Los profesores de IKIAM, especializados en las distintas disciplinas (biología, ciencias ambientales, biotecnología, agronomía, geología, física, matemáticas y química) empiezan ya sus proyectos de investigación, en colaboración con distintas instituciones, para dar a conocer al mundo la potencialidad de este lugar.

Una mirada a la reserva

La Reserva Biológica Colonso-Chalupas protege la cuenca de los ríos Colonso, Tena, Shiti e Inchillaqui, proporcionando importantes servicios ecosistémicos para la provincia de Napo, relacionados sobre todo con el abastecimiento de agua.

En la parte baja amazónica de la reserva se encuentra lo que anteriormente fue el Bosque Protector Colonso de 11.924 hectáreas, una pequeña parte de lo que constituye la totalidad de la reserva y que sin embargo consigue albergar al menos 101 especies de aves, 30 de mamíferos y 11 especies de reptiles y anfibios (Ministerio del Ambiente).

Sin embargo, a modo de ejemplo y según la Dra. Sara Álvarez “en una primera exploración preliminar de tan sólo 4 días con la ayuda de los expertos en anfibios Dr. Luis Coloma y Elicio Tapia, junto con la participación de 6 estudiantes de IKIAM y del profesor Yntze Van der Hoek, pudimos documentar más de 25 especies de anfibios en tan sólo unos días de exploración en estas zonas. Por tanto, nos queda aún muchísimo por aprender sobre la majestuosa Reserva Colonso Chalupas, incluso en esta parte baja. Uno de mis principales intereses, como investigadora de IKIAM es conocer la flora y fauna que alberga la reserva. Junto con la Dra. María Cristina Peñuela, también docente investigadora de la universidad, estamos ya trabajando en este proyecto con gran entusiasmo, empezando por el piedemonte”.

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Foto: Sara Álvarez Solas

A pesar de disponer tan solo de unas horas para explorar la zona tuve la suerte de contar con la compañía de Gabriel Orozco, representante del Ministerio del Ambiente, quién me acompañó en un pequeño recorrido por la parte baja de la reserva. Esta zona está recorrida por tres senderos que suman una distancia de aproximadamente 13 km: senderos Chucho I y II y el sendero de los monos. Su difícil acceso y las pendientes pronunciadas han mantenido esta zona bien conservada, pero también hicieron más duro nuestro recorrido. Así, una dura marcha cuesta arriba nos fue adentrando poco a poco en un paraíso prácticamente intacto, rodeados de árboles centenarios con troncos de más de un metro de diámetro. Entre ellos destaca el chuncho (Cedrelinga cateniformis), el cual da nombre a dos de los senderos y que, con una de las copas más altas del bosque, da cobijo a una gran variedad de aves. A nuestro paso encontramos otros árboles como el canelo o el ishpingo, utilizados como saborizantes naturales, y la palma caminante o chonta pambil, cuya corteza cubierta de espinas gruesas es utilizada por las comunidades indígenas como rallador natural.

La gran abundancia de especies de animales y plantas nos obliga a pararnos a cada paso para maravillarnos y llevarnos unas fotografías de recuerdo. Sin embargo, mi mirada raramente se aleja de la copa de los árboles. En esta zona de la reserva hay documentadas varias especies de monos: lanudos (Lagothrix lagotricha), nocturnos (Aotus vosciferans),  tamarino de manto negro (Saguinus graellsi) y capuchino de frente blanca (Cebus albifrons).

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Foto: Javier Irutia

No obstante, tal y como explica Sara, es muy probable que aún queden muchas otras por descubrir: “como primatóloga, mi gran interés es conocer un poco más sobre los primates del Colonso, qué poblaciones habitan en este lugar incluso qué especies, puesto que no se sabe mucho de los primates de la reserva y probablemente encontremos más especies de las que ahora mismo están documentadas, como aulladores (Alouatta sp.) o monos ardilla (Scirius sp.).

El estudio de las poblaciones de primates es de especial importancia para conocer las dinámicas de poblaciones de estas especies con alto grado de amenaza, pero también para conocer su función en el ecosistema. Una de las especies en las que tengo un alto interés son los “chorongos”, (lanudos) (Lagothrix lagotricha). Una especie de la familia Atelidae (misma familia de los monos araña, especie en la que se centró mi Tesis Doctoral). Los chorongos, son dispersores de semillas, por lo que son indispensables para el mantenimiento del bosque tropical. Su relevancia en la distribución de muchas especies de árboles frutales los centra como foco de atención en la distribución de estas especies de árboles y nos interesan especialmente las palmas, que además están relacionadas directamente con las variaciones climáticas. Trabajé cerca de esta especie, de la mano de un gran experto en chorongos (Dr. Anthony Di Fiore, y junto al Dr. Andrés Link, experto en monos araña), sin embargo en este caso la población se encuentra en el Yasuní (Estación Biodiversidad Tiputini) a unos 600m de altura, mientras aquí parecen encontrarse a unos 2000m, con las consecuentes diferencias de ecosistema y probablemente comportamentales, lo que los hace fascinantes para comparar”.

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Foto: Rocío Cano Martínez

Según nos acercábamos a la senda de los monos mis esperanzas de encontrar alguna de estas especies en la copa de los árboles iban en aumento. Mientras tanto, Gabriel no cesaba en su empeño de descubrirme las otras muchas maravillas de la reserva. Así es como encontramos un sin fin de insectos, arañas y ranas diminutas que de no haber sido por él hubieran pasado completamente desapercibidas.

Ya por fin en la senda de los monos decidimos parar un rato a descansar y a observar a nuestro alrededor. Hubo un momento de excitación cuando Gabriel creyó ver un mono huir entre los árboles, y encontramos algunos signos de su presencia en el suelo: restos de frutos como el zapote con marcas de dientes. Sin embargo, poco habituados a la presencia humana, su observación se hace complicada y requerirá de mucho más tiempo y paciencia. Desde la senda de los monos comenzamos a bajar para terminar nuestra ruta en una de las muchas cascadas de la reserva. Tras refrescarnos y descansar, emprendemos el regreso a casa con la seguridad de haber estado en un lugar único en el mundo.

IKIAM tiene la suerte de contar con un laboratorio vivo que no todas las universidades poseen, pero también la importante responsabilidad de contribuir con ello a mejorar el conocimiento de la selva y su biodiversidad y fomentar su conservación para las generaciones futuras. Queda sin duda mucho trabajo por hacer.

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